Friday, July 24, 2009

San Telmo,

Lugar de cambalaches y de historia
Donde se venden los recuerdos por dos pesos
Y el punga pasa a la carrera
Conventillos, con macetas de malvones
Y el anticuario, haciendo sus ofertas

Casas tomadas con cadenas,
Calles de adoquines, y turismo
Y el mendigo que duerme en la vereda
Sol de domingo, bolichones
Y el tinto en el mantel, rueda que rueda

Me quede sin sueños en la esquina
Sin pedir nada más
Al final de la carrera
Pisoteando el charco de la calle
Semáforo violeta.

El remate arreglado
¿Quién da más?
La oferta y los grupines
Los sueños ya no valen
Se acaban las ofertas

Y el café de la esquina
Un sueño hecho de rosas
Chiquilín en la puerta
Tiritando su frío
Y la fauna porteña.

Wednesday, January 21, 2009

Ser escritora…


Me senté a reflexionar, ahí es donde me pierdo…

Si, porque uno se sienta convencida de escribir algunas ideas en frente del ordenador, con la ilusión de tener algunas horas, para dar rienda suelta a la imaginación. Pero al reflexionar, pensamos que primero miraríamos el correo, y eso nos lleva unas horas, contestar, eliminar, luego, bueno un cafecito no nos vendría mal.
Entonces sentimos el cansancio, y las letras como mariposas de colores en un tablero, se quedan ahí clavadas, sin vida.

Como todos, me imagino escribimos, o imaginamos escribir en todas partes, mientras caminamos por la calle, en la cocina, en la cama al no poder dormir, cosas bellísimas que después no podemos recordar o que al querer plasmarlas en letras, se nos vuelven tontas, fuera del nivel que queremos y terminan en el cesto de a basura.
Y como la primera mentira es la realidad, la realidad no parece cierta, y entonces nos ponemos a soñar irrealidades.
Querer ajustarse a un estilo, a una métrica, es asesinar la inspiración y
encarcelarla a prisión perpetua.

Cuando nos enamoramos, o cuando perdemos el amor, cuando la muerte de seres queridos o de cosas valiosas a nuestro bagaje existencial, escribimos los mas bellos poemas. Como también le pasa a exiliados o inmigrantes que terminan siendo apasionados escritores.
Escribir para suplir lo que nos falta en la realidad, es querer llenar el vacio con la imaginación. Al perder el paraíso Adán y Eva, habrán querido contar su historia.
Hablar de la literatura, es hablar de la vida, el dolor y el amor y también de la felicidad. Un puñado de palabras nos libera de lo que nos atormenta.

Recuerdo el primer cuento que escribí y me fue publicado, “El Sr. Peré. Es un cuento para mi tan completo, lo adoro y se que ha gustado mucho.
Tiene el carácter psicológico de los dos únicos personajes, la descripción del ambiente, paisajes y reflexiones de vida, como metáforas que uno va sacando de aquí y de allá de la vida misma, de lo que se leyó y de algo que nos quedo de alguien que conocimos. Me ofrecieron hacer una obra experimental de teatro, pero no supe hacer la adaptación, y ahí quedo en un proyecto.
A veces uno se enamora de un personaje, y así entre un romance con la señora Malena y el Sr. Pere, de manera que a veces me encuentro tratando de revivirlos. De donde los saque? Malena, es un poco mi historia, no tal cual por supuesto, una mujer que vino a un país de inmigrante con su familia, y en su madurez se encuentra sola con sus recuerdos.
El Sr. Peré un viejo solitario, que vino con muchos sueños y una esposa, dispuesto a formar una familia en una tierra nueva, pero la esposa se volvió a su país y el se quedo a cumplir sus objetivos, sin el empuje de su mujer, ya que ella le pidió el divorcio para casarse con otro.
Al final se conocen, un día cualquiera y se hacen amigos, solo por charlar y compartir una taza de te en los atardeceres, pero un día el desgarbado anciano desaparece, no vuelve a la casa de Malena.
Ella se queda con su soledad, su vajilla de loza, su blanco mantel bordado, mirando pasar los barcos que van hacia el mar. Mientras en su taza, se enfría el te, pensando que habrá sido, de el Sr. Pere.
Una tarde tomando mi te en una pasticeria alemana, pensando en esos personajes, se me dio por imaginar, que por la puerta entraba ese perdido amigo de mi cuento. Le pregunte por su vida y después de una breve charla, lo vi alejarse, para dejar a la Sra. Malena nuevamente en su soledad…

Podemos jugar con los personajes. Es nuestro derecho, son hijos que creamos, esas vidas imaginadas, ocultas, el oscuro hermano gemelo de nuestro yo.
Un novelista es alguien que oye voces internas, que le dictan destinos, nos parecemos un poco a los niños, que hablan con un personaje imaginario, o tal vez a los locos. Bendita locura, que si fuera mala ya no existiría.
También podemos decir lo que las conveniencias niegan y lo que callan.
Somos fabuladores, a veces como un don y otras como un castigo.
Vemos flotar un tronco en el río y nos imaginamos aferrados a ese tronco creando una historia, con finales imprevistos, perdiéndonos de la realidad.
Eso me sucede siempre. A veces mis hijos, me piden que pise el suelo y que me deje de imaginarme cosas.

Pero una de estas imaginaciones puede terminar siendo un cuento o una historia, lo más probable que termine todo en una ensoñación, y la historia con una tijera de podar, al querer llevarla al papel.
Carmen Passano.

Sunday, March 16, 2008

El corso

EL CORSO


El cielo, con derroches de estrellas, parecía enseñorearse con la luna llena.
Plantas y flores, opacadas con la polvareda que levantaban las carretas languidecían lentamente. Los carros pasaban adornados para el desfile del carnaval, y de pronto la noche se pobló de cantos, luces, murmullos, y los gritos de los vendedores de baratijas.

Don Olegario, que presidía el palco junto con la comitiva vecinal, era el encargado de dar los premios; al mejor disfraz, a la mejor carreta, como también elegir la reina del carnaval. Alumbrándose con un farol, se enderezo para desentumecerse la cintura dolorida. Doña Rosana le seguía las pisadas y las miradas, al viejo septuagenario que tenia fama de picaflor.
- ¡Estas viejas! – Solo son buenas para rezongar… (filosofo para sus adentros) y
alguna boca risueña contuvo la risa.
Enredaban las serpentinas, cabelleras de Pierrot, gitanos, condesas con peluquines y también los zapatos de algún viejo payaso alfombrando el piso de tierra, junto al papel picado. Se detenían las carretas junto al palco, y con sonrisas y risas los ocupantes querían destacarse, mientras una murga cantaba y hacia cabriolas, con los consabidos estribillos y las caras pintarrajadas, nombrándose “Rantifusos y chitrulos”.
- ¡Ah, chee!- me olvidaba - apunto Don Olegario - La reina va a tener que ser la hija de ferretero, es el que puso mas plata – Sii… dijo Don Silvano, ya caí en la cuenta…
Meneando la cabeza el viejo dolorido y cansado, no dijo palabra.

A lo lejos pasaban los vendedores vociferando sus mercancías, pomos de agua, serpentinas y toda clase de baratijas. Los piropos caían como papel picado en los corazones de las mocitas querendonas.
Enmascarado, un Pierrot de ojos celestes, tomando del brazo a una muchacha, se la llevo calle arriba… La ternura se adueño del alma de la jovencita y con aterciopelada sonrisa, acepto el brazo del payaso de la luna.

Ya entrada la noche, comenzaba a sosegarse el gentío, que por las calles transversales se salían del callejón largo.
La hija del ferretero entre lágrimas y risas fue coronada la reina del carnaval…
Algunos cantaban todavía y algunas mozas, convencidas quien sabe con que palabrería, se perdían en los brazos de algún apuesto mozalbete.
Las primeras claridades iban empalideciendo las estrellas. Don Olegario después de dar por finalizados los festejos, se disponía a retomar el largo camino hacia su casa.
- ¡La pucha! - otro carnaval… ¡Cuantos recuerdos! - Un suspiro se quebró en su pecho trémulo, de sensaciones, mientras que con el paso lento y cansado de los viejos, se iba perdiendo en la madrugada. Allí sobre un jergón dormía un borracho.

Una llovizna suave, parecía querer limpiar los restos de ese carnaval que ya había terminado. Un gallo inicio la monotonía diaria de despertar a los vecinos… Carmen Passano

Saturday, March 15, 2008

Un palacio de amor noche adentro

Un palacio de amor noche adentro

Sin haber nunca imaginado, que ese hombre con los ojos de perro triste, me miraría de ese modo, me quede mirándolo también a los ojos.
Parecía cansado, necesitando una caricia en esa cabeza y despoblada y lustrosa, me sentí tentada de reírme de mi ocurrencia. Pero no me reí >

Su mirada vagaba en puntos lejanos, me extendió la mano y sin mirarme se presento.
El silencio… no se cuanto tiempo duro. Pero de pronto sentí la necesidad de sentirme
amada, y ese deseo que había comenzado pequeñito, creció rápidamente, ocupando todos mis pensamientos, subiendo enormes escalinatas hacia el cielo, imaginando un mundo en las estrellas, de la mano, de un hombre perdido en la soledad.

Me imagine caminando a la orilla de un río, queriendo atrapar el agua que se llevaba la corriente; pensé en un arroyo de aguas quietas y diáfanas, pero se me escurrían de los dedos ríos y arroyos y nada podía hacer para retenerlos.

Seria bueno si pudiera convertir en fuego todo este amor que ya siento, por el pobre hombre de los ojos tristes. Una hoguera luminosa y ardiente que calentara el frío de sus manos. Me quede mirando las flores de un jardín, y una tibieza de rosas de terciopelo, se trepo por mi sangre. Las glicinas inundaron de cielo la primavera
Pero quise tocar las llamas de la hoguera, y me queme las manos.
Tal vez porque el fuego era caliente como el sol, me acorde del mar, y de los castillos de arena.
Pero ahora el mar estaba lejos, muy lejos, y los castillos de arena se deshacen con las olas, pero sin embargo en mi imaginación comencé a construir torres y columnas, pasillos, y cúpulas. Pero al atardecer el viento me echo arena en los ojos, y sentí una pena inmensa que me lleno de lágrimas.

Si,.. Se necesita un material más sólido que los sueños, para construir un amor.
Abandone la desierta playa y me fui a la montaña, me senté en la cima y en voz alta, comencé a describir con palabras al hombre que había en mi imaginación.
Pero nadie me podía oír, y cuando el hombre de los ojos tristes, cansado de mi irrealidad
se quedo en silencio, yo quise construir con palabras un palacio con paredes de letras, sólidos muros repletos de libros de poemas y cuentos
Pero con el silencio, el palacio de palabras se deshizo. Llego el anochecer, agotados todos los recursos, no se agotaba sin embargo el deseo de ese loco y desesperanzado amor.

Al final, cerré los ojos, y suavemente me dormí, entre los imaginarios brazos. Soné.
Soné con un jardín, con muchos jardineros cultivando plantas y flores, llenaban de pequeñas piedras blancas las canteras. Soné los sueños de todos los que aman, los cantos de todos los tristes, y el amor surgiendo de la tierra como un árbol creciendo, llenando el espacio de colores, de fragancias.
Vi también la sombra de un palacio, sobre las piedras, la figura vencida de la sombra de un hombre, en la luna, alejándose. La luna que había tenido tiempo de ocultarse varias veces entre las nubes… Noche adentro.
Y desperté.
Carmen Passano

La tormenta

La tormenta


Las melenas lacias y despeinadas de las palmeras, se agitaban anunciando la tormenta. La playa desierta, en esa noche sin luna y sin estrellas, le parecía a Aminis, un interminable pozo hundiéndose en las tinieblas.
No, no podía dormir, todo volvía a su memoria haciéndole recordar el caos en que se había convertido su vida. Al viejo marino esa noche, la mezcla de alcohol y la falta de sueño, le hacían imaginar que miles de ojos lo miraban desde el fondo de ese mar, donde había barcos hundidos, monstruos rugientes y todo un mundo que su afiebrada imaginación creaba noche tras noche.

Había llegado a las costas de Estados Unidos, con un barco de carga, cuando era muy joven, desde su Grecia natal, hizo un curso de Capitán empleándose en compañías de turismo, se sentía feliz y adopto ese país como suyo. Entre viaje y viaje, paso algunos años, disfrutando con libertad de su juventud, y de amoríos pasajeros.
Fue en aquel viaje, donde una veintena de veraneantes, querían pasar el fin de semana en aquellas islas tropicales, cuando de pronto se encontró frente a una fuerte tormenta.
Con osadía, ignoro las recomendaciones que se transmitían por la radio y se empeño en llegar como fuera, confiando en su experiencia y bríos juveniles No pudo dominar el velero, que como un barquito de papel se dio vuelta. Sintió un fuerte golpe en todo su cuerpo y no recordó nada más.
Al amanecer el canto de los pájaros en esa pequeña isla le llegaba lejano, como desde un túnel, donde el eco le repercutía en la cabeza. Poco a poco recordó… El temporal… Solo recordaba los gritos de esa pobre gente, que él arriesgo en un acto de soberbia.
La corte de las leyes marinas lo declararon culpable, le retiraron la licencia de Capitán, y desde entonces, todo fue un caos en su vida, esa vida que ya no tenia sentido.
Estuvo un tiempo perdido, vagando por los puertos, buscando trabajo de cualquier cosa. Y termino comprando y vendiendo partes de barcos viejos que muchos coleccionaban, y así reconstruyo su vida. Alquilo un cuarto en la playa, dedicando su tiempo libre en mirar su mar, fumando su pipa y bebiendo por las noches, cuando no podía dormir
Se sentía atado a cadenas que no podía romper, un gran rencor hacia ese país llamado de la libertad, rencor nacido de sus frustraciones, le hizo encerrarse en si mismo y en el alcohol.
Añoraba a su país, a su pueblo como un sueño lejano que ya no podía ser, ni el era el mismo que se fue, ni la gente que se recuerda es igual.
Miami la capital del mundo soñada, anhelada, era para Aminis un lugar igual a cualquiera.
Parte II
Amira era una joven mejicana bellísima, de piel trigueña, su larga y renegrida cabellera, hacia resaltar como en un marco a un rostro perfecto. Sus ojos oscuros y brillantes, miraban con la bravura de la raza de su tierra. A los quince años decidió que se iría a Holliwood, despreciando esa fiestita de las niñas tontas, decidida a ser actriz, segura de su talento y belleza.
La bella mejicanita, se escapo una noche de la finca de sus padres, ayudada por un joven que se ofreció en pasarla por la frontera, presentándola a un personaje que se dedicaba a descubrir talentos para el cine. Así la pobre Amira, se encontró abandonada a su suerte, en un país desconocido. Sin embargo la suerte no l a abandono, una buena mujer le dio protección. y un cuarto a cambio del cuidado de sus hijos. La orgullosa muchacha ,no quería volver a su casa y a su país por temor y vergüenza. Los días transcurrían tristes y aburridos y sus sueños de gloria parecían muy lejanos.
Finalmente, se las ingenio para llegar a la ciudad de sus sueños, nada le fue fácil, solamente encontró discriminación y desencantos, algunos papelitos de extra, teniendo que adaptarse finalmente a los trabajos de limpieza o cuidado de niños cualquier cosa menos perder sus principios y su orgullo.
Al poco tiempo se caso con un buen hombre mayor por los papeles, una modesta pero confortable casa, pero falto el amor, ese amor apasionado y romántico, que algún día tendría que sentir. En un accidente, dos años más tarde perdió a su marido. Destruida, sintiendo el fracaso y la angustia de la soledad, decidió volver a Méjico. Tomo un avión a Miami para pasar unos días en la playa para darse el coraje que necesitaba para volver…
Sigue III

Esa madrugada Aminis un poco mas sobrio, pensaba que había perdido su lugar en la vida, transformándose en un paria del destino, imaginando enemigos ocultos, confabulados para que los hombres pierdan la felicidad, cuando se alejan del lugar donde nacieron. Miro, sus tesoros, chatarra acumulada en tantos años y decidió volver a ser libre y sin culpas.
El hombre no debe tener ataduras, - pensó –caminando por la playa y mirando el mar que entre la niebla, salía airoso de la tormenta.
Un reflejo de sol rojizo, se mecía entre las olas acunando un nuevo día. Prendió un cigarro, y fue arrojando uno a uno, todos sus tesoros, donde tantas cosas materiales se unían con anhelos, esperanzas y recuerdos. Cuando termino se sentó en la arena mirando ir y venir, su tiempo, su vida
Amira miraba extrañada a ese hombre con estampa de Dios griego, su corazón empezó a latir, y se sintió atraída por el desconocido, tal vez fuera su soledad; pero esa tarde tendría el vuelo a su patria y una sensación de desgano y de irrealidad, le hacían imaginar que ese desconocido la tomaría de la mano y le pediría que se quede con el.
Aminis, la vio morena, bella caminando lentamente hacia el, pensó que le hubiera gustado enamorarse de una mujer así, y terminar con su soledad.. Se imagino tomándola de la mano y sin palabras caminar, por la playa junto a ella.
Amira se acercaba, en sus cabellos morenos, el sol se reflejaba en las gotas de rocío. Se detuvo un instante, ya había cometido muchas locuras en su vida, se acordó del vuelo de esa tarde y siguió de largo.
Aminis quiso seguirla. Que podría ofrecerle el a una mujer? Además ya había decidido volver a Grecia; eran una locura esos pensamientos descabellados
Amira se dio vuelta, dudo, pensó en volver sobre sus pasos, pero el seguía su camino, se alejaba… Miro su reloj, ya era tarde. Lentamente el agua del mar borro sus huellas…
La tormenta estaba lejos. Sobre la playa desierta hacia unas horas, los turistas volvían con sus colores, sus risas, sus ilusiones.
carmenpassano

Retazos Porteños

Retazos Porteños


El zaguán, dejaba entrever el patio adornado de jazmines, parras de uva chinche, y macetas hechas con latas viejas, donde malvones rojos y blancos, compartían la brisa de la tarde.
Hoy puertas cerradas con candados. Grandes rejas.
O quizás el alma de un romántico, quiera ver a una enredadera floreciendo hacia la calle.
Pero aun, en las mañanas porteñas, subsiste ese resplandor de barrio, en la primavera.

Lo recuerdo bien, por esas callecitas, pasábamos juntos de la mano cada atardecer. Nos mirábamos a los ojos. Solo te molestaba el olor agreste de las parras y la uva salvaje, que sombreaban en las tardes de verano la frescura de las baldosas, recién regadas con el agua del pozo.
Y aunque no te gustaban los racimos, el dulce sabor de la fruta quedaba en mis labios.

De ese día solo quedo el recuerdo y nuestra ausencia, ya en ese patio no estaremos mas, el tiempo evaporo el agua aquella que se perdió con los sueños. Tal vez en tus recuerdos pienses que la uva agreste, no era tan mala, y entiendas que yo te amaba. Y que un suave perfume de nostalgias vuelve más dulce el sabor de todas las cosas.
La lejanía y la ausencia, envuelven en un tiempo que fue la dicha compartida.

En el viejo Palermo, los patios permanecen para que cada ausencia se redima a la vera del aljibe, cuando el sol se refugia en el silencio de la siesta y el perfume del jazmín es mas intenso.
Acaso en un zaguán alguien se detenga a pronunciar mi nombre, para que las rejas desdeñen los candados, y un gesto, una palabra, inicien el prodigioso vuelo de los pájaros de la memoria

En el callejón se pierde la melodía de un piano, que evoca la maravillosa letra de Naranjo en Flor.
Un silbido triste acompaña la melodía y la voz de Goyeneche, se escucha cantándole a Malena.

El patio ya no existe pero quedaron los susurros y las voces del conventillo, convertido en un restaurante de moda, y dicen los que escuchan en el silencio de la noche, los taconeos de una mujer, que una sombra se va sigilosa taconeando en la vereda, para huir con aquel hombre que la sedujo.

Las glicinas, siguen remedando el azul del cielo.


A veces, cuando sueno los patios de mi barrio y sus casas, las mismas casas que aun no quieren irse, con veredas de sombra y paraísos, con flores azules alfombrando las veredas, me viene a la memoria el viejo barquillero con la ruleta de alambre… Uno dos tres barquillos… y nuestra impaciencia de niños girando en el circulo de sueños, de rondas.
Al pasar la barca me dijo el barquero… las niñas bonitas no pagan dinero…

Se me hace que un fuelle, se escapo de otros tiempos, para presumir por San Telmo ante turistas curiosos, con las notas de un tango en los umbrales de un amanecer, en el patio de un conventillo.
Cuando el Plata se despereza, y las luminarias del Bajo claudican, una mujer con paso lerdo carga con sus desdichas. En una esquina un hombre la espera.
Amanece. Los gorriones, simulan un leve alboroto, remedando las comadres que en los patios, ya preparan el mate. Llega el hombre con la solapa levantada silbando el tango aquel que Homero imaginara con misterios de adiós en el barrio de Pompeya.

La voz de Gardel cantando mejor que nunca, rueda por San Telmo, mientras los cachivaches antiguos, manoseados por curiosos extranjeros, cuentan sus historias, negociando los recuerdos, que el tiempo convirtió en artículos valiosos.
Madreselvas en flor, que trepándose van, es tu amor y mi amor una sombra fugaz. Mientras las macetas renuevan la vieja costumbre de los malvones, trepándose en las rejas.

Un organillero, con su musiquita cansona y triste, regala papelitos de la suerte, y la cotorrita verde y resignada los alcanza.
En el bar con faroles en la puerta, viejas sillas de madera gastada, unos vendedores de oro negocian con los rateros de cadenitas y medallas, que ofrecen con poco disimulo el botín del día.
Madreselvas en flor, que en la vieja pared, comprendieron mi amor…
Si todos los años, tus flores renacen, hace que no muera mi vieja ilusión…\
Frente al Alehp, en un banco de la plaza, mirando hacia la Iglesia del Pilar y el cementerio de Recoleta, Borges deja pasar la tarde soleada.
El silencio, lleno de murmullos y de voces de sus historias, de malevos, de letras de tango, le habla de otros barrios del Sur.

Hoy ese banco vacío, contempla indiferente un grupo de turistas, en la tarde todavía primaveral. A lo lejos un hombrecito con chambergo gris toca el bandoneón y canta - Sur paredón y después… - Da algunos pasos de baile y espera que caigan algunas monedas sobre una cajita de lata.
Los turistas pasan de largo… Yo me siento en ese banco bajo la sombra del paraíso gigante, lo miro, lo escucho cantar, le sonrío…
Pongo un billete en sus manos, le doy un abrazo y me saluda con un toque de ala en su sombrero.

Me alejo caminando por Arenales, esa callecita que tiene… un no se que, en la tarde porteña. Mientras los gorriones vuelven a sus ramas.

Y en esa misma tarde de otoño, una triste ronda de hojas secas se arremolina.
Miro caminar a esa pelirroja, y quisiera llamarla, pero no, no es mi hermana. Mi hermana esta lejos.
Aquel muchacho de mirada triste en el bar, mirando por la vidriera, tampoco es mi amigo Echeverría. Esta lejos.

Tantos que se fueron, otros desaparecieron sin dejar rastros.
Buenos Aires llora.
Hay calor de cenizas en esas hojas, todavía en alguna casa se escucha un tango con embriaguez de lagrimas.
Un bebe es arrancado de los brazos de su madre en su primer encuentro con la vida, ya desgarraron su corazón.
Olvido y misericordia. Buenos Aires llora.
Como un viejo retrato sepia del destierro, en largas veladas solitarias, Buenos Aires grita… NUNCA MÁS.